El conocimiento de la anatomía y fisiología de la piel por parte del profesional de la estética es imprescindible para la correcta realización de los tratamientos que se desarrollan durante la aplicación de diferentes activos de belleza, ya que la piel es el principal órgano de nuestro trabajo y debemos tener en cuenta sus propiedades en la elección de los cosméticos que se utilizarán para su cuidado.
La piel es un órgano vital y activo del cuerpo humano, con un peso estimado de 5 a 8 kilogramos, una superficie que oscila entre 1.2 y 2 metros cuadrados, dependiendo de la altura y peso del individuo, y un contenido en agua del 60 al 70%. Está constituida por diferentes tejidos que se estructuran en capas que envuelven todo el organismo.
No es una simple envoltura fina, elástica y resistente, que separa y protege nuestro medio interno del exterior, sino que constituye un sistema complejo que se renueva continuamente y que permite a la persona relacionarse con el entorno.
Aunque a simple vista la piel parezca lisa y uniforme, observando su aspecto con más detalle distinguimos un microrrelieve con surcos, pliegues, depresiones, orificios, etc., formando figuras geométricas características de cada persona. Esta particularidad se hace más evidente en las palmas de las manos y las plantas de los pies, utilizándose sus huellas (en bebés el pie y en adultos las yemas de los dedos) como señal distintiva de nuestra individualidad.
El color de la piel varía, no sólo por cuestión de raza y genéticas familiares, sino que en un mismo individuo también depende de la región cutánea; está siempre más pigmentada en las zonas de las areolas mamarias y los genitales.
Otros pliegues se forman con la edad, como las arrugas, a la par que la piel pierde flexibilidad.
El órgano humano parece saber que de la unión nace la fuerza, pues las células se organizan en tejidos, órganos, aparatos y sistemas para realizar sus funciones.
